Criterios para ser “First Class”, segunda parte. Por Camila García Durán

Santo Domingo; R.D.- El Sábado Santo pasado, la bocanada de aire en el anfiteatro de Altos de Chavón se cotizaba hasta RD$796 por minuto. En primera fila, Félix Bautista y sus acompañantes (bebé incluido), seguido de la hilera de otros multimillonarios sin explicación. Un poquito más allá, el montón de periodistas que obviaron el asunto, pues sus vacaciones pagas en resort de lujo convenían más que denunciar “pendejadas”.

Y es que hace rato la cobertura de prensa local pasó a ser comunicación estratégica disfrazada de información, para desgracia de que en estas “pendejadas” radica nuestro compromiso ético de contar lo que pasa, lo que la sociedad necesita para tomar posturas frente a temas relevantes (o para cambiar las ya existentes).

“El periodismo es imprimir lo que alguien más no quiere ver impreso. Todo lo demás, son relaciones públicas”, dice una frase de Orwell (escritor y periodista británico, 1903). Aquí son pocos los emancipados de leyes mercantiles o grupos de poder; que ciertamente se dedican al trabajo de investigar, de redactar sin lambonismo o coger cheques y, finalmente, de alumbrar las cucarachas.

Aunque, siendo lúcidos y realistas, entendemos que así se procediera sin ningún tipo de reparos, difícil sería conseguir y conservar un trabajo de comunicador en República Dominicana, pero dentro de nuestras posibilidades y limitaciones de denuncia, hay otras vías por las que se puede incurrir y no lo hacemos.

Boleta front stage RD$47,750

Boleta front stage RD$47,750

Solo un medio se arriesgó a publicar sobre la privilegiada presencia del senador de San Juan, candidato a “mejor representante de la Gran Corrupción” (según Transparencia Internacional), pese a que fueron más de treinta los comunicadores invitados al concierto de Jennifer López, entre ellos, un tal “Fuego” cuya mayor virtud es “dar lata”, o el del nombre que en español se traduce a “cariño” y es dueño de una vida de lujos de procedencia dudosa; pero dejémoslo ahí, que con eso “me basta”.

Con datos confirmados por la empresa de Benny Medina, representante de la artista, el presupuesto mínimo para una presentación de JLo en eventos privados internacionales es de un millón setecientos cincuenta mil dólares, sin incluir el coste del avión particular modelo GIV, o más amplio.

A pesar de que el anfiteatro tiene capacidad para cinco mil personas y se obsequiaron varios cientos de boletos para invitados de cortesía como las hijas del presidente Medina o del ex-mandatario Leonel Fernández, el productor del concierto sostuvo su teoría sobre la rentabilidad del evento durante una rueda de prensa en la que también argumentaba que la inversión “se trataba de una cuestión de imagen para Casa de Campo”.

Con ese pensamiento en mente, además de los cálculos que aún no me cuadraban, me surgía la incógnita de si los corruptos VIP, las embajadoras del “chapeo fino” o el afán de poderío, fama y posesión encajarían con las ideas iniciales de Charles Bluhdorn cuando inauguró Chavón a finales de los setenta. 

Félix Bautista en concierto Jlo. Fuente- El Nuevo Diario

Atrás quedó lo del “punto turístico más exclusivo del Caribe”, pues hemos hecho de Casa de Campo el perfecto ejemplo de la disparidad social. Algo así como: la simple elegancia mamada desde la infancia, versus la vulgaridad del desenfreno del new rich.

Se presentó además la confusión de si los asistentes esperaban con más ansias el playlist de sus temas favoritos o tirarse el lío de faldas de Jenny con el pelotero, el “ex” con “la nueva” y la “ex” con el “ex”.

De si acudieron a deleitarse con un espectáculo de calidad o a medir fuerzas con el vestidito más caro, la cuenta más exagerada o el mejor yate del “Palmillazo”. Mala cosa para la inversión extranjera y que pudiera resultar en el desprestigio de marcas patrocinadoras como en este caso, Brugal & Compañía o Banco Popular.

Por un lado, los fanáticos genuinos a los que la quincena no les alcanza para la taquilla y tienen que arroparse hasta donde le llegue la sábana. Por el otro, los de “apellido pudiente” con villa en Punta Águila cuya trabajada fortuna les permitiría ver a JLo en cualquier parte del mundo, que sin embargo prefieren “guardarse” antes que compartir asientos con una caterva de nuevos ricos que no pueden justificar su capital y que, de algún modo, han logrado integrarse a la “high” para limpiarse.

Mapeo concierto Jlo Altos de Chavón

Entre el área de front stage y el VIP se encontraba también la sección de los indignados, esos que pagaron su boleta para gozarse a “La Diva del Bronx” y se encontraron con “Don Gato”. Los mismos que cavilaron entre cambiar de sitio y dejar el claro, o montar un abucheo colectivo.

Cuarenta y cinco minutos más al Este, una que otra Belieber amenazaba con “suicidarse” en redes sociales por la imposibilidad de costear la estadía para ver al Bieber. Al Norte, en la Puntilla, el Ministerio de Turismo dejaba inaugurado el anfiteatro Puerto Plata, pero ahí no había special guest, la entrada era “dá” y eso es sinónimo de carencia, no de estatus. De ignominia y no de prestigio.

Ahora solo queda esperar por la coherencia del que optó por el “deja eso así” y aceptó la presencia del “más duro de San Juan” a escasos metros de sus asientos. Del que compartió piedra en Chavón a pico de Möet con un grupo de manchados. Que mañana no se quiera cambiar el atuendo Gucci por una camiseta verde exigiendo el fin de impunidad.

Véase: Criterios para ser “First Class”, artículo original