Tal y como ha sido publicado por el autor en Acento.com.do

Esta vez, como casi siempre, vengo por respuestas y apuesto que muchos ciudadanos se hacen las mismas preguntas que yo. En las semanas recientes ha habido mucha lluvia. Zonas completas no han parado de recibir agua. Primero fue el ciclón Matthew y luego frentes nubosos y vaguadas que no dejan que el suelo descanse, generando con ello mucha erosión; tanta, que se han ido abajo puentes, calles y carreteras, perdido plantaciones completas y miles de hogares han sido afectados. Específicamente hablo de la región norte; al Cibao también le ha tocado su parte de calamidad.

A raíz de las incesantes lluvias, el Gobierno Central, en colaboración con el trabajo realizado por el Centro de Operaciones de Emergencias, ha declarado estado de emergencia nacional en ocho provincias. La medida es anunciada mediante Decreto luego de que el Ejecutivo sostuviera conversaciones con directivos de la Comisión Nacional de Emergencias, funcionarios de los Comedores Económicos, la directora del Plan Social de la Presidencia, entre otras figuras, según cuentan medios noticiosos de circulación nacional.

Pero, ¿qué significa emergencia? La acepción más simple dice de un asunto o situación imprevistos que requieren una especial atención y que deben solucionarse lo antes posible. Una emergencia tiene mucho que ver con el sentido de urgencia, el cual refiere a una necesidad o falta apremiante de algo.

EMERGENCIA, ese fue el titular de los medios de comunicación; pero más allá del significado de la palabra y de la idea que todos tenemos de lo que implica estar en ese estado, hago suyas mis reflexiones: ¿Cuál es el protocolo que sigue a semejante situación?

Veamos algo. Miles de familias han sido removidas de sus localidades. Han sido conminadas a abandonar las casas en pos de salvar sus vidas. La situación de muchas de estas regiones es verdaderamente crítica; pero, ¿qué ocurre con las posesiones de estas personas? Llama la atención el hecho de que hay quienes se niegan a abandonar sus hogares porque lo que tienen en ellas es lo único que poseen. Entonces, ¿qué implica decretar estado de emergencia en estas comunidades, si tomamos en cuenta que no solo se trata de vidas, sino de las precarias –pero no menos preciadas– posesiones de un ser humano?

¿Militarizan las zonas afectadas para evitar que desaprensivos hagan de las suyas, para prevenir saqueos o robos?

¿Las autoridades sanitarias pondrán en práctica la logística adecuada para prevenir brotes de cólera, leptospirosis, alergias cutáneas y respiratorias, entre otros males de salud propios de estos eventos del clima?

Una vez que la crisis merme –eso dejando de lado que estas comunidades ya viven en cierto estado de emergencia– ¿todo se resume en volver a casa y ya? ¿Construir tales o cuales puentes; rehabilitar los caminos vecinales obstruidos? ¿Levantar la casita de madera ahí, donde sabemos que “el rio siempre sube”?  De ser así, ¿qué medidas preventivas son tomadas en cuenta a partir del aprendizaje que la experiencia de recién nos deja? No olvidemos la estrecha relación que existe entre deforestación e inundaciones.

Y a partir de lo anterior, pregunto: ¿Estas emergencias son realmente imprevistas, al menos en la magnitud que se presentan, o son resultado de nuestra negligencia?

Dada la oportunidad que nos ofrece la naturaleza, que en su propia sabiduría nos dice: aquí no se debe construir, aquí sí; aquí, solo con tales o cuales precauciones; hay que reforestar tal o cual zona, ¡urgente! Pregunto: ¿Seguiremos ignorando todo lo que puede aprenderse a posteriori para evitar que se repitan estas situaciones tan nefastas? Como de hecho viene pasando precisamente con nuestra gente más pobre, la gente más excluida de las oportunidades de crecimiento y desarrollo.

¿Y las ayudas? Este pueblo es solidario, lo ha demostrado muchas veces y esta no es la excepción. A veces parece que la gente hace primero lo que el Estado, como responsable y garante de la seguridad, termina haciendo después. Y todavía en estos casos no desperdicia la oportunidad para hacer política de la más barata. ¿Qué lugar tienen las donaciones en el protocolo a seguir luego de declararse el estado de emergencia? ¿Cuáles son los criterios de distribución? Solo en el rubro de las donaciones, hay mucho qué informar y detallar. Hay importantes reflexiones pendientes al respecto.

¿Quién resarce al agricultor que perdió toda su siembra? Que, peor aún, quedará por algún tiempo sin posibilidad de trabajar los suelos por el gran deterioro que las aguas hicieron en ellos. Este no es un tema menor; hablamos de un sector posiblemente endeudado. Por otro lado, la pérdida de estas siembras supone la escasez de esos productos en el mercado, mas adelante, lo cual redunda en incremento de precios y en  especulación. Cuando no, implica la compra de productos en el mercado extranjero para el abastecimiento local, por parte del Estado.

Solo necesito saber qué significa estado emergencia en un gobierno que tiene la vocación de no comunicarse en forma honesta con el pueblo que lo ha elegido, que no ha logrado traducir el crecimiento económico en la mayoría; un gobierno que en los días que anuncia el referido decreto, se despacha con la inauguración de la Navidad en Palacio, llenándolo de color y elegancia. Claro, no es lo mismo decretar emergencia, que pasar un buen tiempo viviendo en ella.

Gnosis Rivera