martes, abril 16, 2024
Inicio Actualidad La Contramarcha. Por Orlando Gil

La Contramarcha. Por Orlando Gil

0
La Contramarcha. Por Orlando Gil

LA CONTRAMARCHA.– Lo peor que le puede pasar al Gobierno es que realicen una contramarcha a su nombre y en su defensa. El Palacio Nacional pone distancia, y lo hace mucho antes de que se conozcan a los organizadores o se den detalles de la actividad. Los funcionarios con despachos en la Casa de Gobierno están enterados de lo que todavía no se sabe a nivel de opinión pública, ni se comenta en los mentideros mejor informados. El hecho mueve a sospecha, intriga por demás, y lo menos que se piensa es que los promotores tocaron puertas y estas no se abrieron. ¿Podría este movimiento continuar la ruta después que se le negara patrocinio? Al Gobierno le corresponde –en ocasiones– cargar con la cruz de los aventureros, o sufrir derrotas sin ir a guerra, o fracasar en empresas ajenas. El Gobierno tendría mucho que perder y nada que ganar si se produjera esa réplica bastarda. Lo primero sería dar a La Marcha una coherencia que tal vez no tuvo, aceptando que fue una acción contra el Gobierno. Solo contra el Gobierno, o contra el actual Gobierno…

LA PANCARTA.- Una de las muchas pancartas que se exhibieron y que fueron retratadas y publicadas en los periódicos, presentaba fotografías de los tres últimos presidentes y la leyenda –bien destacada– de “¡A la Cárcel!”. Los responsables de ese cartelón no prepararon su material ni participaron en la protesta pensando solo en Danilo Medina y su administración, sino también en las dos gestiones anteriores en que operó Odebrecht. Financiar la contramarcha o prestarle su marca sería asumir como propia, sola y única la culpa de otros. Si la del pasado domingo fue contra la impunidad, la que se avecina, sería a favor de la impunidad. Mayor torpeza no podría haber, y si la actitud de las autoridades fue inteligente, con dejarla hacer, dejarla pasar ¿cómo pueden ahora permitir lo que sería una abierta provocación? Lo que enseñan los manuales de ciencia política, y aconseja la experiencia, es que desde el poder no se agita. Las calles tienen sus rituales, y conviene que estén tranquilas, y que nada las subleve, pues si se levantan, existe el riesgo de que se tornen incontrolables…

EL FRACASO.- Además puede adelantarse el fracaso. La percepción reinaría como en muchas otras situaciones. Si fuera mucha gente, se atribuiría el éxito al uso excesivo de los recursos del Estado. Y si la convocatoria fuera precaria, igual. Se diría que falló a pesar de contar con fondos abundantes. Las réplicas, como segundas partes, nunca fueron buenas. Tampoco conviene dejarse llevar al terreno del enemigo, o improvisar pasos que no se corresponden con su coreografía ¿Qué sentido tiene abandonar el salón para irse a bailar en enramada? ¿Cómo confiarse en un Juan de los Palotes si tiene estrategas de categoría? La cuestión es clara. No solo debe negar patrocinio, que sería dispendio, sino denunciar a estos perpetradores, mucho más que se dice que no son peledeístas, sino perredeístas de abolengo raro. Aunque se les tiene como reeleccionistas, y podrían querer pescar en un río que todavía no está revuelto, pero que podría estarlo a causa de sus propias acciones…

LAS LECTURAS.- El Gobierno tiene que leer La Marcha del pasado domingo, y hacerlo con suficiente inteligencia emocional, de manera que no se altere ni pierda el justo equilibrio de las cosas. Si se dejó sorprender por el caso Odebrecht, suya la culpa, pues nadie mantiene viva y en su casa a una boa de las características de la empresa brasileña. Tiempo hubo para zafarse o cuidar la forma, pues no había que ser muy agudo ni lúcido en exceso para advertir, ya avanzada la investigación, la presencia de un designio superior. El problema nunca fue Brasil, que todavía se niega a entregar información, sino Estados Unidos, el catalizador, y que siempre cobra. O a la entrada o a la salida. Al Gobierno no le queda otra que montarse en la ola de la protesta del domingo, y no con palabras, sino con gestos. Con acciones que pueden tomarse sin afectar “el debido proceso de ley”. La Comisión de Notables fue una buena iniciativa, pero no suficiente, pues sus diligencias tienen un destinatario élite. Los que perdieron el negocio. La calle solo se conforma con un solo procedimiento: el de cortar cabezas…

Artículo Original