La sangre de Alan. Por José Luis Taveras

Como era costumbre política en la América Latina de las pasadas décadas, Perú tuvo también sus dictaduras militares. Se recuerda el golpe de Estado asestado por el general Juan Velasco Alvarado en contra del presidente Fernando Belaúnde Terry en 1968. Desde entonces, y hasta el 1980, el país estuvo dirigido por una dictadura de corte reformista con dos tiranos: el propio Velasco Alvarado, depuesto por otro golpe de Estado dirigido en 1975 por el general Francisco Morales Bermúdez, quien permaneció en el poder hasta el 1980.

Después de recuperada la sucesión eleccionaria, emergió un liderazgo carismático encarnado por un hombre fornido, espigado, apuesto, con voz tronante y oratoria provocadora. Le llamaron el John F. Kennedy del Perú. En el 1985, como candidato de su partido, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), Alan García gana las elecciones en un ambiente expectante de cambios. Con apenas 36 años, este muchacho se convertía en el presidente más joven del Perú. Penosamente su primer gobierno fue abatido por tres monstruos: la hiperinflación (7,600 %), el terrorismo de Sendero Luminoso y la corrupción. Las apuestas marcadas en él se perdieron, aunque su oratoria seguía convocando delirantes devociones.

Investigado por corrupción huye a Francia y regresa en el 2001 cuando los cargos prescribieron. Se lanza como candidato en las elecciones del 2001 y las pierde de Alejandro Toledo. En el 2006 gana en segunda vuelta las elecciones al derrotar a Ollanta Humala. García se reivindica en su segundo gobierno con crecimiento económico de 7.2 % en sus cinco años, 152 000 obras y 44 000 000 000 de dólares en reserva, pero el acoso de la corrupción lo persigue como oscuro karma. Después de entregar el mando se traslada a España y regresa para las elecciones de 2016 en las que apenas obtiene el 6 % de los votos. El año pasado la Justicia peruana inicia una investigación para determinar si había recibido soborno de Odebrecht para adjudicarle la ejecución de los tramos 1 y 2 de la línea 1 del metro de Lima y para beneficiarla en la construcción de la carretera Interoceánica. En ocasión de esa investigación, ya sobre García pesaba una orden judicial que ordenaba su impedimento de salida por dieciocho meses. Igualmente se había dispuesto una prisión preliminar de diez días. En el momento de la ejecución de esa orden fue precisamente cuando el exmandatario, turbado y deprimido, optó por darse un tiro en la cabeza dejando una carta en la que explicaba sus razones.

“¿Qué le pasa a Perú que cada vez que sale un presidente lo meten preso? Humala está preso, Toledo está preso, Fujimori estuvo preso, Alan García está que entra que no entra; y presos con rabia ¿no?” fue la pregunta del papa Francisco cuando visitó ese país del 18 al 21 de enero de 2018. Y ciertamente todos los expresidentes vivos del Perú están sometidos a procesos judiciales, todos (excepto Fujimori) por una sola razón: Odebrecht.

Alejandro Toledo está pedido en extradición a Estados Unidos. Sobre él hay dos pedidos de prisión preventiva por recibir veinte millones de dólares en sobornos de Odebrecht para adjudicarle la construcción de la carretera Interoceánica Sur.

Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, son investigados por supuestamente recibir US$ 3 000 000 de Odebrecht para la campaña presidencial de 2011. Enfrentan el proceso en libertad.

A Pedro Pablo Kuczynski se le acusa de recibir sobornos por la construcción de la Interoceánica mientras era ministro de Economía durante el gobierno de Toledo. Cumple prisión preventiva por dieciocho meses.

Ninguno de los expresidentes recibió asesoría de Joao Santana ni lo contrató como estratega de comunicación de sus gobiernos. Ninguno de ellos permitió que Odebrecht trasladara y operara su centro mundial de sobornos (departamento de operaciones estructuradas) en su país. Ninguno de ellos recibió a su favor cartas de recomendación del entonces presidente de la constructora Marcelo Odebrecht a la presidenta Dilma Rousseff para fomentar el financiamiento de obras en su país. Ninguno de ellos consintió en que las empresas de Joao Santana recibieran fondos triangulados de Odebrecht en cuentas de la banca nacional.

¡Danilo Medina Sánchez hizo todo eso y más… y aspira a reelegirse!

La sangre de Alan García salpicará a cualquier candidato, sea quien sea, que negocie un pacto de indemnidad a favor de Medina para garantizar su impunidad.  Pagará con su error… El problema no es si el mandatario se reelige o no, es para qué y a qué precio. Más que gobernar, Medina busca inmunidad; si no consigue un tonto útil con quien negociar confiadamente, entonces buscará la reelección para limpiarse con sus propias manos. Por más que se refriegue, la sangre siempre deja manchas.