La visita del «milagrero». Por Sara Pérez

Sara Perez, periodista Foto:Cesar de la Cruz Fecha:

Sí, es una gran cosa que nos haya visitado un milagrero, que después de curar a los afectados por el ébola en Africa y aún teniendo en agenda la confrontación de una epidemia verdaderamente desafiante, como la de curar a los que agonizan por todas las afecciones derivadas del hambre, tenga la desinteresada generosidad de cojer para RD, a curar a hordas de infelices enfermos y/o discapacitados, cuyo mayor inconveniente es también su más reconfortante recurso: la más completa acefalía.

Y con cuotas de pago que pueden ser tan precarias, como el importe de jugar un número de la lotto. Lo más extraordinario es que nadie es tan humilde, ni está tan depauperado, que como presa, no presente algún atractivo -puede ser un huesito masticado, con el último hilillo de nervio guindando- ante el depredador que le presenta la cubeta para que contribuya con la edificación del «reino».

Si depositas aunque sea 10 pesos, ( desde luego, el ojo de Dios, en sus funciones de caja registradora, anotará en su lista VIP a los que se hagan ofrendas más jugosas) por obra y gracia divina, te lloverán «bendiciones», al extremo de que no solo se te curará el cáncer, tus hijos dejarán de estar consumiendo crack y la policía no los va a ejecutar en la calle por su aspecto de delincuentes de orilla, sino que hasta de repente pueden aparecer recursos del presupuesto nacional destinados a ti. Mira la inspiradora evolución de Euri Cabral. Desde que renunció a las cosas del mundo, tiene todas las cosas que da el gobierno. Las «preciosas de Dios» pueden confirmar esa historia. 

Sí, qué bueno que en el mundo haya tanta profusión de charlatanes en capacidad de aliviar los sufrimientos humanos con sus inagotables y efectivísimos sahumerios de barata verborrea circense. 

Y qué bien que el gobierno sea tan visionario, como para prohijar e invertir, desde el Estado, en la multiplicación de los tenderetes en los mercados de pulgas de las supersticiones. Diversificar la imbecilidad, bajo ciertas perspectivas, no deja de ser un aporte a la democracia.

Lo único que sería inadmisible, entre todos estos episodios, es que haya algún católico o cualquier «cristiano» de otros rebaños, irritado por los aportes del Estado a la promoción, legitimación y financiamiento de los espectáculos grotescos de vividores farsantes, difusores de la más flagrante ignorancia.

Los cardenales, obispos y pastores pueden decidir sobre nuestros derechos y dictar leyes injustas y criminales e imponer unilateralmente políticas públicas, aparte de abastecerse con recursos del erario? Bien. Pues si eso no es inadmisible, ni irregular, tampoco lo es que un brujo se haga cargo de «sanaciones» colectivas, con respaldo oficial. 

Bien por el brujo. Y bien por los funcionarios corruptos del gobierno, que saben cómo se narigonean sus súbditos.