jueves, abril 25, 2024

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Perdón, mil veces perdón… Por José Luis Taveras

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Leí con estupor la noticia del suicidio del expresidente peruano Alan García cuando iba a ser detenido en ocasión de una acusación en el caso Odebrecht. Días antes, otro expresidente, Pedro Pablo Kuczynski Godard, fue apresado por motivos parecidos. Ninguno de los dos recibió en su momento asesoría de Joao Santana. El impacto de la tragedia todavía me aturde. Desde entonces no salgo de un túnel introspectivo que me apremia a reconsiderar mis juicios sobre el presidente Medina. Pensar que en todas las latitudes donde Odebrecht extendió sus tentáculos cayeron presidentes, legisladores o ministros y que en nuestro país esa intención se estrelló contra un muro de integridad (Danilo Medina) es para culparnos de ingratos y mezquinos. ¡Con qué entereza el presidente dominicano eludió tentaciones tan acuciantes! Basta pensar que tuvo al demonio mismo, Joao Santana, residiendo en el propio Palacio … ¡y resistió!

Comprender esa verdad en días reflexivos como los de esta semana me ha hecho caer sobre mis prejuicios. Confieso que he sido un hombre perturbado por malicias. Esta tragedia me acerca a un juicio más sensato. Siempre hay un momento glorioso para rectificar y me ha llegado. Esa decisión, aunque tardía, vino de la mano de una experiencia mística cuyo pasmo me apresura a testificarla. Sí, Odebrecht se me presentó en forma de bestia. Sus alaridos resonaban como los crujidos de las almas en el infierno. Súbitamente, como eructado por el cielo y en un penetrante haz de luz, llegó un cruzado con armadura metálica de la edad medieval. Levantó su espada y con solo blandir su filoso brillo hirió de muerte a la bestia. Al quitar su yelmo vi su rostro, tan refulgente como el sol del sur; en su frente, una marca: 2020. Claro, era Danilo Medina.

Desperté sobresaltado y me dije: esta es una epifanía gloriosa como las tuvieron San Pablo camino a Damasco, el apóstol Juan en la isla de Patmos o Martín Lutero cuando un rayo le cortó el aliento cerca de Stotterhiem. Los ojos del entendimiento se me abrieron. ¡Dios! Todo este tiempo malogrado sin poder ver la verdad detrás de hechos tan claros. Después de este escarmiento, no sólo debo pedirle perdón al presidente, sino pregonar mi rendición a los vientos. Perdóneme, señor presidente, le he acusado de forma cruel y abusiva. Admito mi error; confieso mi compunción por haber inoculado mi envidia en tantas mentes quebradizas.
Ahora me pregunto: ¿cómo no habíamos despertado antes? Odebrecht ha sido una señal enviada por designio de potencias celestes para convencernos del hombre que tenemos como líder. No hay que descifrar viejos acertijos ni escrutar en fuentes esotéricas. Odebrecht ha sido un maleficio para otros países; aquí, una señal para apreciar la pureza de un presidente. Somos crueles.

No hubo candidato ni presidente que se resistiera a la seducción de Joao Santana como carnada de las tramas de la corporación; claudicaron todos: Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Mauricio Funes y otros tantos. Solo hubo una digna contención a las zarpas corruptoras de la mafia y la encarnó Danilo Medina, quien la puso en su puesto. Pero algo más sublime: los anteriores gobiernos dominicanos y los de los países donde Odebrecht puso sus ojos cayeron en las garras de sus ambiciones y le dieron obras al precio que pidiera, menos Danilo Medina. Este hombre marcó distancias y él mismo negoció con la constructora una reducción del monto adjudicado de Punta Catalina. Y para arruinar las perversas dudas de infieles, eligió a un puñado de hombres cabales bajo la égida del santo varón de los oráculos empresariales, quien, comprendiendo el encaro del llamado, renunció a algunas de sus misiones mercuriales para presidir el supremo sanedrín de la verdad. Derramó aceite e incienso aromático sobre Punta Catalina y quedó así purificada. Todavía algunos impíos piden necias auditorias.

A partir de este testimonio, veo y siento verdades tan evidentes desechabas antes por la irracionalidad de mi fanatismo. ¿Cuál presidente, teniendo a las oficinas globales de sobornos de Odebrecht a unas cuadras, su despacho no se benefició de sus ofertas? Ese hecho hay que documentarlo para llevarlo a Estocolmo (Premios Nobel) y demostrarle al mundo que en una isla pequeña cabe una honradez tan inmensa. En el único lugar donde Odebrecht no pudo doblegar a un gobierno fue en la República Dominicana, gracias al inmenso Danilo Medina. Eso bastaría para aclamarlo como presidente mientras viva. ¡Sieg heil, Danilo!

¡Cónchole! mi abuelita me decía que cuando comiera habichuelas con dulce no me acostara. El sueño de una hartura siempre trae pesadillas… ¿Qué día es hoy?

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