Algunos periodistas sugieren los demás pongamos barbas en remojo. Las redes sociales explotaron de alegría catártica.
Los hechos son que Julio difamó e injurió a un activista social, quien décadas atrás tuvo una ficha policial por padecer la enfermedad de la adicción, llamándole “mariguanerito” y peores epítetos descalificadores.
El pasado de muchos periodistas, políticos y funcionarios guarda misterios de magnitud enormemente peores, con cuya divulgación quizás no se mienta, pero en el contexto de denostar sí serían difamar e injuriar.
El prestigio, la honra y el buen nombre son bienes jurídicos invaluables y atacarlos sin razón ni base es una agresión cuya impunidad afecta el orden público.
Despenalizar un ilícito cuya tipificación está en el Código Penal y no el Civil, equivaldría a poner precio de multa a honras ajenas.
Artículo original publicado en periódico digital El Día.