Somos Pueblo. Hoy, las comunidades afectadas por la explotación minera en la República Dominicana protagonizaron una jornada de resistencia y conciencia ambiental al realizar un viacrucis por la preservación del medio ambiente. Esta actividad, que tuvo como epicentro la siembra de 400 árboles en la montaña donde nace el río Naranjo, se da en un contexto de indignación por el daño ecológico causado por Barrick Gold, empresa minera que, el pasado 7 de marzo, cometió lo que muchos califican como un crimen ecológico que amenaza seriamente la biodiversidad y los recursos naturales de la zona.
La siembra de estos árboles, que representan un esfuerzo por restaurar una pequeña parte de lo que se ha perdido, fue realizada por las comunidades afectadas por las actividades de Barrick Gold. Un total de siete comunidades se unieron para llevar a cabo este simbólico acto de resistencia. Los habitantes de estas localidades, además de plantar los árboles, se comprometieron a permanecer en el campamento de manera continua, durante día y noche, como muestra de su firme voluntad de preservar el medioambiente y enfrentar las amenazas de la minería irresponsable.
La situación del río Naranjo es alarmante. En días recientes, un informe técnico sobre las operaciones de Barrick Gold en la zona ha puesto de manifiesto la contaminación de las aguas, afectando tanto la biodiversidad como la salud de las comunidades que dependen de este recurso natural. La empresa, que ha sido blanco de múltiples denuncias por su impacto ambiental en diversas partes del mundo, ha sido acusada de manejar de manera irresponsable los desechos tóxicos y de no cumplir con las normativas ambientales locales.
Este viacrucis no es solo un acto simbólico; es una llamada de atención sobre los riesgos que enfrenta el ecosistema de la región, que alberga especies endémicas y un valioso patrimonio natural. El río Naranjo, además de ser un recurso vital para las comunidades locales, es un elemento clave en el equilibrio ambiental de la zona. La alteración de su caudal y la contaminación de sus aguas tienen efectos devastadores no solo sobre la fauna y la flora, sino también sobre las personas que viven en sus alrededores, que se han visto afectadas por enfermedades derivadas de la exposición a contaminantes.
Las comunidades que participaron en este viacrucis han expresado su firme determinación de seguir luchando para evitar que el daño ambiental sea irreversible. En medio de la protesta y la movilización, las comunidades también han exigido que el gobierno tome cartas en el asunto y actúe con mayor firmeza frente a los crímenes ecológicos cometidos por empresas extranjeras. Aunque la situación es compleja, y el poder de las multinacionales a menudo parece superior al de las comunidades locales, el compromiso con la defensa del medio ambiente sigue siendo más fuerte que nunca. Las autoridades locales y nacionales deben escuchar las demandas de quienes, día a día, sufren las consecuencias de la minería irresponsable y la falta de regulación efectiva.





