Pasadas las ocho de la noche del martes 6, mientras abría la puerta de mi casa en la Zona Colonial, un sujeto se apoderó de un bulto de mi propiedad y salió huyendo.
“Un ladrón… Un ladrón”, grité y la gente, hastiada ya de tanto robo, salió a la calle a perseguir el maleante. El bulto robado contenía los CD de música típica que uso habitualmente en el programa Fiesta y Mañana Gallos, que conduzco por Dominicana FM todas las noches de siete a ocho.
En mi angustia pensé en el valor musical que me robaban y hasta en el gusto que se daría el ladrón si se ponía a escuchar los formidables merengues que llevaba, tocados por acordeonistas estrellas como Pedro Reynoso, Bartolo Alvarado, Lupe Valerio, Arsenio Caba, Rafelito Román y el Monarca Tatico Henríquez.
El sujeto se alejaba, pero apareció Wáscar, un joven policía nativo del barrio.
Él estaba libre, pero como buena autoridad, él es policía a tiempo completo, persiguió al malhechor, le dio alcance, junto a los ciudadanos lo sometió a la obediencia y entre los gritos de una multitud que se agrandaba, lo condujo al destacamento con cuerpo del delito y todo.
Ya en el destacamento, me recibió el sargento mayor Encarnación, que se puso en acción muy correctamente y dio curso a la querella.
Wáscar fue el héroe directo de la captura del sujeto y de la recuperación de un tesoro discográfico que solo yo y los oyentes del programa sabemos lo que vale y significa.
Pero deseo dar las gracias a todos los oficiales y agentes del destacamento que, como el capitán Leiba Bidó, fueron tan eficientes y corteses. A mis vecinos, naturalmente, por su ayuda, su preocupación y su acompañamiento.
Lo mismo que a la Magistrada y sus atentas subalternas de la Fiscalía de la zona colonial.
Y ante el hecho, resulta inevitable volver sobre la inseguridad en las calles, la zozobra en que vivimos. Pensar en el orden público que ya está a punto de colapsar, en los esfuerzos de unos policías, fiscales y jueces mal pagados y que a veces tienen que trabajar bajo el peligro y sin horario.
Ojalá alguna vez lo mejor de la sociedad, y especialmente las autoridades superiores, enfrenten este problema de la inseguridad ciudadana con la inteligencia y la energía correspondientes y lo resuelvan.
Por Rafael Chaljub Mejía.