El domingo, las calles de Damasco fueron escenario de disparos al aire y celebraciones masivas tras un sorprendente avance rebelde que marcó el fin de 50 años de control autoritario de la familia Assad. La caída del régimen plantea serias incógnitas sobre el futuro de Siria y su impacto en la región.
Miles de sirios se congregaron en las plazas principales de la capital, ondeando la bandera revolucionaria en un ambiente que evocó los primeros días de la Primavera Árabe. Este histórico levantamiento había derivado en una brutal guerra civil que mantuvo al país sumido en el caos durante casi 14 años.
Mientras tanto, grupos de civiles irrumpieron en el palacio presidencial y en la residencia familiar de los Assad, saqueando propiedades después de que el presidente Bashar Assad y otros altos funcionarios desaparecieran. Su paradero sigue siendo incierto.
En un comunicado, Rusia, aliado clave del régimen, confirmó que Assad abandonó el país tras negociaciones con líderes rebeldes y dejó instrucciones para garantizar una transición pacífica del poder.
El desenlace de esta larga crisis podría redefinir el panorama político de Siria y tener repercusiones significativas para el equilibrio geopolítico en Oriente Medio. Las próximas semanas serán cruciales para determinar el rumbo del país.
