Cuba atraviesa una compleja situación epidemiológica marcada por la circulación simultánea de varios virus, que ha dejado a una parte significativa de la población con secuelas físicas prolongadas y ha provocado un aumento de las hospitalizaciones y fallecimientos, según datos oficiales y testimonios de afectados y trabajadores de la salud.
Mercedes Interian, residente en El Cerro, La Habana, relata que tras superar la fase aguda de la enfermedad —caracterizada por fiebre, vómitos y diarreas— permanece con fuertes dolores articulares y debilidad en las extremidades, lo que le impide realizar actividades básicas sin apoyo. Como ella, numerosos pacientes describen rigidez, inflamación en manos, rodillas y tobillos, y dificultades para caminar incluso semanas después del contagio.
De acuerdo con lo informado por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP), el país enfrenta un cuadro de “arbovirosis combinada”, que incluye dengue, chikungunya y oropouche, además de la circulación de otros virus respiratorios como la influenza A (H1N1), el virus sincitial respiratorio y la covid-19. En su último parte, la institución reportó 5,717 nuevos casos de chikungunya en una semana, para un acumulado de 38,938, mientras que el dengue se mantiene activo en las 14 provincias y 113 municipios del país.
El Gobierno reconoció recientemente 33 fallecimientos asociados a estas enfermedades, entre ellos 21 menores de edad, grupo considerado especialmente vulnerable junto con los adultos mayores. Una trabajadora del Instituto de Hematología e Inmunología de La Habana, que ofreció declaraciones bajo condición de anonimato, afirmó que los cuadros más graves se presentan en niños pequeños y personas con enfermedades previas, debido a la rápida deshidratación provocada por vómitos y diarreas.
Aunque las autoridades sanitarias han señalado que estas enfermedades no son nuevas ni exclusivas de Cuba, ciudadanos de distintas provincias aseguran que la magnitud del brote supera las cifras oficiales. Algunos denuncian de manera presunta que las causas de muerte no siempre reflejan en los certificados la posible relación con arbovirosis, sino que se consignan otras afecciones como infartos, neumonía o enfermedades crónicas de base. Estas afirmaciones provienen de familiares de fallecidos y de personal de salud, y no han sido confirmadas oficialmente.
El caso de la madre de Alexander Hernández, una mujer de 81 años que falleció el 5 de noviembre, ilustra estas denuncias. Según su testimonio, la paciente presentó síntomas compatibles con chikungunya, fue evaluada en varias ocasiones y finalmente enviada a casa. Tras su muerte, el acta de defunción consignó “muerte natural”. Hernández indicó que solicitó una autopsia, pero esta no se realizó.
A la crisis sanitaria se suma la escasez de medicamentos y de reactivos de laboratorio. Pacientes y personal de salud señalan que en muchos centros no es posible confirmar con pruebas específicas qué virus padece cada enfermo. Una enfermera de un policlínico de Matanzas explicó que, ante la falta de reactivos, los diagnósticos suelen registrarse como “síndrome febril inespecífico” o “proceso viral”, y que solo algunos institutos en La Habana cuentan con capacidad diagnóstica más precisa.
Ante la carencia de fármacos —que, según los testimonios, afecta a alrededor del 70 % de los medicamentos necesarios— muchos pacientes recurren a remedios caseros o a la compra informal de antibióticos y analgésicos. Yudinela Castro Pérez, de 44 años, relató que tras presentar síntomas similares a los de otros enfermos, sufrió una peritonitis silenciosa que requirió cirugía, y que debió adquirir por su cuenta los medicamentos indicados para su recuperación.
Las autoridades han reconocido la gravedad de la situación epidemiológica nacional, mientras que sectores de la población y algunos profesionales de la salud insisten en la necesidad de mayor transparencia en las cifras, mejores capacidades diagnósticas y acceso a tratamientos, en un contexto marcado por la escasez de recursos y el aumento sostenido de los contagios.
