Antes de que Alfonso Albaisa llegara al mundo, sus padres tomaron la decisión en agosto de 1962 de huir de la isla de Cuba en un vuelo nocturno que habían logrado pagar vendiendo un reloj Rolex y el sedán Edsel de la familia.
Albaisa confesó que luchó y lloró por ese viaje a Cuba y que durante los cuatro días que pasó en Habana, pudo conocer a una prima y logró visitar a la que en su momento fue la hacienda de su abuelo, gobernador de la provincia de Camagüey.
Además fue testigo en primera personas de los diseños de su tío, el reconocido arquitecto Max Borges-Recio quien construyó entre otros edificios el emblemático cabaret Tropicana, símbolo de una era dorada en la que La Habana era el destino número uno de los Estados Unidos para el juego y la vida nocturna.