Somos Pueblo — Estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), recinto Santiago, han alzado su voz en redes sociales para denunciar el severo estado de deterioro en el que se encuentra el techo del edificio donde reciben docencia. A través de un video difundido ampliamente, se observan filtraciones activas, charcos en el piso y grietas visibles en la estructura, lo que ha generado preocupación por la seguridad física de quienes allí estudian y laboran.
“Lo están cogiendo a chiste, pero yo lo que tengo es miedo de que en algún momento nosotros seamos los próximos”, expresó una estudiante en la grabación, en aparente referencia a recientes tragedias estructurales en el país, como la ocurrida en la discoteca Jet Set en Santo Domingo.
Las imágenes compartidas muestran pasillos mojados por el agua que se filtra desde el techo, lo cual, además de representar un peligro de accidentes, plantea interrogantes sobre la resistencia de la infraestructura. También se observan grietas que recorren el techo.
La preocupación de los estudiantes no se limita a la incomodidad generada por el deterioro físico del edificio, sino que se extiende a los riesgos que supone permanecer en un inmueble con signos visibles de debilitamiento estructural.
La Facultad de Ciencias de la Salud de la UASD Santiago es una de las más concurridas del recinto, albergando a cientos de estudiantes que se forman en áreas clave como medicina, enfermería y bioanálisis. La falta de mantenimiento adecuado, según los propios denunciantes, ha sido una queja constante en los últimos años, sin que hasta ahora se haya producido una intervención estructural de fondo.
Este nuevo caso de deterioro estructural en una institución pública de educación superior vuelve a poner sobre la mesa el tema del mantenimiento preventivo en infraestructuras críticas, y plantea la necesidad de establecer protocolos de evaluación continua para prevenir incidentes que puedan poner en peligro vidas humanas.
Por ahora, los estudiantes continúan asistiendo a clases en condiciones que califican de indignas, con la esperanza de que sus voces sean escuchadas antes de que el deterioro del techo se convierta en algo más que una advertencia visual.