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lunes, marzo 17, 2025

Hoy se Cumplen 50 Años del asesinato de la Pluma Brillante de Orlando Martínez

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Somos Pueblo. – Orlando Martínez Howley fue un hombre joven, con una vida intachable y profundamente amado por todos los que lo conocieron. Descrito por quienes tuvieron el privilegio de cruzarse en su camino como “una pluma brillante”, su carácter, su seriedad y su claridad en el pensamiento dejaron una huella indeleble en quienes lo rodeaban.

Nació la madrugada del 23 de septiembre de 1944 en Las Matas de Farfán, siendo el más pequeño de una familia que, por años, había anhelado tener una niña. Su hermano, Sergio Martínez, quien es el único hermano con vida, compartió cómo sus padres intentaron en seis ocasiones tener una hija. “Yo fui el penúltimo”, recordó Sergio.

La historia de Orlando podría haber sido diferente si su hermano hubiera sido hembra, ya que según Sergio, “si yo hubiera sido hembra, ya se habría detenido la fábrica. Orlando nunca habría nacido, y esta historia no se habría podido escribir de esta manera. El país se habría perdido del talento, del valor, de la seriedad de Orlando”. Como el último de seis hermanos, Orlando fue el «mimado» de la casa, creció bajo la tutela amorosa de su madre, Adriana Howley, quien provenía de una familia libanesa, y un padre muy exigente, don Luis Mariano, quien sobresalía en matemáticas y se desempeñó como tesorero en la comunidad.

A pesar de la diferencia de temperamentos entre sus padres —su madre cariñosa y su padre muy estricto—, Orlando vivió una infancia plena de valores. Su padre, reconocido por su capacidad matemática, fomentó en él una rigurosa disciplina. En este ambiente, Orlando desarrolló una personalidad profunda, marcada por la seriedad y el respeto hacia los demás, a tal punto que muchos lo describen como un joven excepcionalmente tímido, pero con una claridad asombrosa en su forma de ser.

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En el centro, el periodista Orlando Martínez y el profesor Juan Bosch. Figuran también en la foto los periodistas Ramón Reyes, Antonio Espinal y Manuel SeverinoFundación Juan Bosch

Una de las costumbres de la familia era que todas las noches, después de la cena, Orlando y su hermano se reunían en una gran mesa del comedor, en la terraza, para hacer las tareas. “Orlando se ganó el cariño de sus profesores y se destacó como un excelente estudiante”, comentó Sergio.

El amor por el conocimiento fue evidente desde su niñez. A pesar de la fortaleza en las matemáticas, Orlando se inclinó por la literatura, sorprendiendo a todos cuando decidió estudiar periodismo, en lugar de seguir los pasos de sus hermanos en el campo de la ingeniería. La lectura se convirtió en su verdadera pasión. En su juventud, devoraba libros, y a menudo superaba a sus profesores, convirtiéndose en un verdadero “adicto al libro”, como lo recuerda su hermano.

Estudió en el Politécnico Lic. Víctor Estrella Liz (La Perito), donde hizo su bachillerato en literatura. En este plantel, consolidó su vocación como periodista, e incluso, en sus últimos años de vida, formó parte activa del Partido Comunista Dominicano (PCD), viajando a Europa para participar en federaciones democráticas. Durante este tiempo, la familia de Orlando notaba cómo su habitación, llena de libros, era su refugio. La lectura no solo lo nutría intelectualmente, sino que también alimentaba su alma.

Orlando no solo fue un hombre de letras, sino también un amante del arte. A pesar de su timidez, disfrutaba de la música y las expresiones artísticas. Su amigo, el periodista Joseph Cáceres, recordó cómo Orlando se sentaba en una mecedora, escuchando música de Joan Manuel Serrat y de otros compositores clásicos, música que le encantaba. A menudo, su hermano Sergio compartía su amor por la música, incluso creando canciones en honor a su hermano.

En su juventud, Orlando también fue un gran aficionado al béisbol y, junto con su hermano, disfrutaba de este deporte, además de asistir a clases de latín los sábados. De niño, Orlando solía montar en bicicleta y llevarle el desayuno a sus padres al trabajo, mientras relataba los juegos de béisbol que había seguido en el camino. Su vida no solo fue una vida dedicada al estudio y la cultura, sino también a la familia, al trabajo y a los valores.

Además, tanto Orlando como Sergio participaron activamente en la iglesia local como sacristanes, donde preparaban el altar y tocaban la campana para avisar el comienzo de la misa, una tradición que les unió aún más en su niñez.

Orlando Martínez Howley tenía una vida llena de promesas. Su pluma y su intelecto estaban al servicio de su país, y a pesar de su juventud, a los 30 años ya había asumido la responsabilidad de entregar toda su energía y talento para el beneficio de la nación. Sin embargo, su vida fue truncada trágicamente. A pesar de que en un momento la sociedad sintió algo de alivio al ver que se habían detenido a los responsables del crimen que acabó con su vida, su hermano Sergio expresa que esa satisfacción fue incompleta. Solo fueron atrapados los ejecutores, pero nunca se capturaron a los verdaderos autores intelectuales del crimen que arrebataron a la nación a un hombre de gran valía.

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