Menos gobierno y más libertades. Por Frederic Emam-Zadé Gerardino

DESDE EL FUTURO:

La corrupción es el peor problema del país y de nuestro clima de negocios; su principal causa es el poder que le hemos permitido acaparar a nuestros gobernantes; por lo tanto, si queremos acabar con la corrupción, tenemos que desempoderar al gobierno y empoderar más al ciudadano mediante más libertades económicas.

La frase «El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente» mejor conocida como El Dictamen de Acton, es una de las grandes verdades más ignoradas a la hora de combatir la corrupción estatal. Por el contrario, la mayoría de las veces se cree que se puede resolver el problema de la corrupción dándole más poder al gobierno. Albert Einstein decía que «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo», pero gobierno tras gobierno estos hacen siempre lo mismo esperando resultados diferentes y cosechando fracaso tras fracaso.

La raíz de la corrupción gubernamental nace del poder y la oportunidad que tienen muchos empleados públicos para robarle recursos al gobierno o a los ciudadanos, mediante el macuteo, la cogioca, la dádiva, la mafia y el desorden administrativo para esconder lo mal hecho, entre otras modalidades. Tenemos gobiernos donde abundan los corruptos y cobardes; donde unos no tienen calidad moral para acusar a los demás y otros no se atreven a denunciar la corrupción por miedo a las consecuencias.

¿Es el gobierno el único que puede resolver nuestros problemas crecientes y cada vez más complejos? Por supuesto que no! Hay otras alternativas, pero este fue el modelo heredado de nuestros caudillos; el de ejercer el monopolio de la fuerza y el poder, desde el ejecutivo, el legislativo, el judicial y los medios de comunicación, a quienes el poder absoluto ya ha corrompido absolutamente y a quienes casi nadie les cree ni respeta.

¿Qué alternativas hay al desorden actual? Lo más sensato es dejar que surja un orden a partir de la interacción libre y voluntaria de los ciudadanos en mercados libres y dentro de un Estado de Derecho; por ejemplo:

• La corrupción del sistema eléctrico estatal, se acabaría con vender la totalidad de los activos del gobierno en el sector eléctrico a una sola empresa privada: la que más invierta en garantizarle a la población electricidad 24 horas al día, 365 días al año, en el menor plazo posible y a un precio competitivo que fluctúe según las condiciones del mercado.

• La corrupción administrativa en las oficinas públicas se reduciría a un mínimo mediante una Ley o Código de Silencio Administrativo Positivo y Automatizado a favor del ciudadano, que establezca en ciertas oficinas públicas que cuando este solicite ciertos permisos, si dicha oficina no responde negativamente en un plazo máximo de treinta (30) días, el silencio administrativo será automáticamente interpretado positivamente a favor del ciudadano y su solicitud será automáticamente considerada concedida.

• La corrupción en la recaudación de impuestos y la evasión fiscal podrían reducirse si se eliminaran todas las exenciones, privilegios y exoneraciones de impuestos a todos los ciudadanos que obtienen ingresos en territorio dominicano y además se simplificaran los procesos de recaudación y se redujeran los impuestos a solo tres tasas iguales y únicas: diez por ciento (10%) de impuesto sobre la renta, diez por ciento (10%) de ITBIS y diez por ciento (10%) de aranceles.

• La corrupción en el poder judicial se reduciría enormemente si a los jueces les metiéramos en los tribunales a jurados de ciudadanos comunes, que sean quienes determinen la culpabilidad del acusado más allá de una duda razonable, dejándole al juez solamente decidir la condena.

• La corrupción en el poder legislativo podría reducirse significativamente si se apoderara a todos los ciudadanos que así lo deseen a votar directamente por la vía digital a favor o en contra de las leyes ante la Cámara, en una pizarra paralela a los votos de sus diputados, prevaleciendo el voto directo de ese electorado sobre el voto representativo de su diputado, cuando esté contradiga la voluntad popular de sus representados, expresada por mayoría simple.

Si queremos volver a tener un clima de negocios adecuado, una economía libre y próspera y sobretodo un estado de derecho para vivir en libertad y progresar, tenemos que cambiar las viejas ideologías por las mejores prácticas existentes en los países más exitosos.