Sangre, pus y lodo. Por Gnosis Rivera

Hace algunos años redacté una nota en mi página de Facebook con el título: La Patria está sangrando.  Esa vez, describí una serie de situaciones, todas graves, que formaban parte del diario desvivir de nuestro país y su gente. Entonces, el escándalo que es noticia desde hace meses estaba cubierto bajo el manto de la ignorancia. Hoy me di cuenta que esas apreciaciones, si bien eran ciertas, el término que usé, “sangrando”, quedaba un poco grande. Mi patria no sangraba, sobrevivía. Digamos que mantenía sus llagas cerradas y a punto de reventar entre la pus y la sangre.

Hoy, tiempo transcurrido, se ha puesto de manifiesto un hecho sin precedentes. ¿Qué más decir de Odebrecht que no se haya dicho ya? Los principales medios de prensa de este país, sobre todo en sus respectivas versiones digitales, tienen una bitácora completa de todo lo ocurrido desde que el escándalo se dio a conocer. Sin embargo, hay que señalar algunos puntos. Odebrecth es como el proxeneta que fue tras la conquista de algunas chicas en el ejercicio de la prostitución. Se acercó a cuantas pudo, les propuso lo que todos suponemos; hubo quien dijo que no, por aquello de no hacer generalidades, pero una gran mayoría acordó y empezaron las ganancias para las partes. El dinero rodó y cada quién jugó su rol, aunque es importante recordar que las chicas ya eran prostitutas. Odebrecht, ni les quitó la virginidad ni las inició en el negocio.

Odebrecht ha sido la excusa perfecta para desmantelar una red política corrupta que ha operado por décadas en nuestro país, de la forma más alegre e indulgente que se pueda imaginar. Pero digamos que eso ya lo sabíamos, en forma de sospecha casi cierta o como certeza pendiente de confirmación. Si acaso, quien necesite confirmar de qué están hechos nuestros políticos solo deberá echar un vistazo al entorno.

Sin embargo, por mucho que supiéramos que nuestra clase política está podrida casi en su totalidad, el hedor que se ha producido desde el lunes 29 de mayo ha sido tan tremendo, que nos tapamos la nariz, nauseabundos y sorprendidos. Hay mensajes implícitos en todo lo que está ocurriendo actualmente, y es de importancia capital hacer las lecturas correspondientes.

La nueva distribución de los Poderes del Estado nunca fue tan descaradamente obvia: Ejecutivo: PLD; Legislativo: PLD; Judicial: PLD;  ¡y para reventar!, prensa: PLD. No hay un solo segmento que no esté sangrando. Todos sabemos la situación por la que atraviesa el oficialista actualmente. La factoría electoral está francamente dividida entre Leonelistas y Danilistas. No tuvimos la visión de interpretar adecuadamente a qué se refería Danilo Medina cuando dijo que gobernaría en una orquesta donde todos tocarían al ritmo de su director. Ni siquiera cuando vociferó que quería SU congreso pudimos advertir el alud de lodo que se nos venía encima.

Hoy, la calidad de nuestra clase política y la de sus actores queda en evidencia en la sonrisa del abogado defensor del corrupto, en la visita de la candidata a vice, acompañada de aquel señor de las tarjetas; se ve en la visita para el apoyo, en el descaro de la displicencia, en la rueda de prensa para despachar toda suerte de defensas retóricas y vacías, porque resulta que en este país, donde pocos pueden justificar sus exageradas riquezas, nadie es corrupto, nadie ha robado. ¡La burla nunca fue tan grande! La ausencia de respeto por este pueblo queda al descubierto cuando vemos a cada uno de los imputados salir de sus hogares, haciendo de porteros, bañaditos, chaqueta y pantalón combinados cual desfile de moda, bien tempranito en la mañana, frente a un equipo de seguridad aparatoso que bien pudieron ahorrarse, es más, de esos señores llegar en Uber al Palacio de Justicia, hubiera sido casi menos entretenido.

¡Ojo con aquellas fracciones políticas y sus apoyos! ¡Ojo con las posturas asumidas y con aquellos que  asumen ninguna! En este contexto cada silencio es grito, cada detalle es toda una declaración.

En lo personal, me he dado cuenta que el trabajo a hacer es más del imaginado, porque trasciende a las instituciones, y toca a las personas que la dirigen y la conforman. Hay mucha gente del gobierno viviendo su realidad particular. No hay un solo rastro de respeto por el pueblo ¡NINGUNO! La urgencia de este tiempo consiste en repensar, replantear y refundar el país, con todos sus insumos, con toda su gente. El momento es ahora.

Artículo original de Acento