Tres libros que Danilo no quiere que leamos (I). Por Pablo Gómez Borbón

Que el gobierno de Danilo Medina sea dictatorial me parece evidente. Y las dictaduras aborrecen de los libros que consideren subversivos. Leerlos es, en consecuencia, un deber cívico. Es por eso por lo que, a través de Ediciones Pingüino Verde, pongo gratuitamente a la disposición de mis lectores libros digitales que contribuyan con el fortalecimiento de nuestra sociedad. Hoy comenzamos con una serie de libros gratis que Danilo Medina no quiere que leamos: El «Discurso de la Servidumbre Voluntaria«, de Etienne de la Boétie.

Este ensayo, de apenas una decena de páginas, es admirable. Primero, porque su autor tenía 18 años cuando lo escribió; segundo, porque lo hizo en 1549, en plena era monárquica, fundando la filosofía política en Francia y adelantándose varios siglos a los propulsores del anarquismo y de la desobediencia civil. Finalmente, porque sus planteamientos siguen siendo de actualidad. Incluso – o sobre todo – en una nación como la nuestra, donde los presidentes tienen más poder que los reyes y de república sólo tiene el nombre. A continuación, resumo sus principales ideas e incluyo un par de comentarios que no he podido retener.

De la Boétie se pregunta por qué tantos hombres se someten al yugo de uno solo – su gobernante – que no tiene más poder que el que le quieren dar; por qué permiten sus saqueos, torpezas e impuestos; por qué soportan todo el peso del trabajo mientras él « nada entre infames delicias y viles placeres »; por qué, en suma, el pueblo consiente en debilitarse mientras el tirano se robustece para oprimirlos mejor.

Antes de responder a estas preguntas, De la Boétie define tres tipos de tiranos. Están los príncipes que han heredado o usurpado el poder. Pero, probando la modernidad de su pensamiento, también califica de tiranos a los que, como Danilo Medina, han sido elegidos por el pueblo. Su argumento es irrefutable:  «al verse elevados por sobre los demás […] olvidan que todo lo deben a la voluntad de sus conciudadanos […] y miran luego como una propiedad lo que recibieron por su gracia […] abriendo la puerta a toda clase de vicios y de excesos». Danilo Medina, de cuerpo entero.

Contesta que  « los hombres son voluntariamente esclavos…porque nacen siervos y son educados como tales… »; que « a la pérdida de la Libertad sigue la del valor… necesario para los grandes proyectos» y que los tiranos, sabiéndolo « no escatiman ningún medio para acobardar y envilecer al pueblo ».

De la Boétie cita algunos ejemplos. El Gran Turco desconfiaba de los libros y la educación ya que « fomentan entre los hombres el sentido de reconocerse y el odio a la tiranía ». Los romanos embrutecieron a sus súbditos con burdeles, tabernas, juegos públicos, farsas, espectáculos, gladiadores y otros pasatiempos frívolos… y apelaron también a repartos de trigo, vino y dinero, ante el regocijo del populacho que « no caía en cuenta de que con aquella falsa generosidad no hacían más que recobrar una mínima parte de lo suyo y que el tirano no se lo hubiera podido dar si antes no se lo hubiera usurpado ».

Pero, argumenta De la Boétie, el más grande apoyo de la tiranía viene de los favores y que prodigan los tiranos para aumentar el número de quienes consideran provechosa la tiranía. Y agrega: « Así como en el cuerpo humano, los tumores reúnen lo peor…así, en el cuerpo político, se reúnen alrededor del tirano toda la hez del pueblo y aún aquellos que son incapaces de distinguir el bien del mal…»

De la Boétie entiende que la servidumbre es un estado anormal ya que «hasta los bueyes gimen bajo el yugo, y los pájaros se lamentan en la jaula» ; y que «el pueblo se esclaviza y suicida cuando … prefiere abandonar los derechos que recibió de la naturaleza para cargar con un yugo que causa su daño y le embrutece ».

Y, sobretodo, que « la libertad se consigue con sólo desearla ».

Termino con esta cita: “¿Quién no admira a los Venecianos…educados sin más ambición que la de conservar su libertad, libres desde la cuna?” Porque al final,  todo se resume a la educación. Y no a las matemáticas ni a las naturales: A la cívica.

 

Artículo original publicado en Acento, replicado por Somos Pueblo