viernes, abril 19, 2024

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DESDE EL FUTURO De la Democracia a la Dictadura Por Frederic Emam-Zadé Gerardino

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DESDE EL FUTURO

De la Democracia a la Dictadura
Por Frederic Emam-Zadé Gerardino

En muchas democracias latinoamericanas, uno de los peores errores que puede cometer un partido gobernante, es destruir a la oposición que le mantiene alerta, atacando sus débilidades y fallos, obligándolos a mantenerse unidos, fortalecidos y trabajando a favor de los ciudadanos. Sin una fuerte oposición, las fuerzas internas del partido gobernante tenderán a dividirse en al menos dos grandes facciones:

• La facción de los que caen “en gracia” en cargos de poder. La mayoría de estos son honestos, pero el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente y como casi todo el mundo tiene un precio, muchos, tienden a abusar del poder para favorecerse, para favorecer a sus familiares y amigos y a otros partidarios con beneficios como favores por sobornos, sueldos sin trabajar, compras de bienes y servicios sin licitaciones, privilegios y otras prebendas, pagas con nuestros impuestos.

• Y la facción de los que caen “en desgracia” que por sentirse afuereados, sin poder, sin recursos ni recompensas por su trabajo partidista, que se sienten tontos utilizados, explotados y tentados por envidia, celos y odio a transformarse en el peor enemigo de sus partidarios en el poder; enemigos peligrosos porque trabajan desde adentro y desde afuera del partido. Estos son la mayoria y la principal amenaza para la facción empoderada del partido.

En un gobierno con una oposición débil, la facción en desgracia tenderá a confrontar la facción empoderada de su partido y podrá hacerle una oposición interna peor que la oposición externa de otros partidos para desplazarlos, pero asegurándose que el partido siga en el poder con otros protagonistas. Esta dinámica debilita la democracia y preña al país con la semilla de una dictadura de partido que fácilmente degenera en una dictadura de caudillos. Por eso en Latinoamérica parimos tantos caudillos y dictadores.

Esto es lo que ha pasado y sigue pasando en Latinoamérica. En esta circunstancia los débiles partidos opositores solo tienen la opción de aliarse a uno de los caudillos internos de la dictadura de partido para poder sobrevivir, evitar su gradual extinción como partido y lograr una cuota de poder.

Lo más trágico de este drama es que no depende de los caudillos, sino de sus seguidores. Esos caudillos no lo han logrado por ellos mismos, como muchos creen. Ellos solo son los instrumentos de sus amigos, seguidores o como dirían algunos fieles y creyentes, ellos solo son instrumentos divinos, de Dios y La Virgen; aunque Usted, amigo lector, no lo crea. Ellos si lo creen.

En realidad, en muchos de nuestros países, los dictadores no se imponen. Es nuestra población la que primero elige presidentes, luego los transforma en caudillos y finalmente en dictadores. Somos culturas políticas esencialmente caudillistas, que le tememos a la libertad porque implica responsabilizarnos de nuestras vidas y nuestras familias, y preferimos esperar que desde el cielo, Dios o La Virgen, o desde el gobierno el caudillo nos resuelva colectivamente los problemas que nos toca solucionar como individuos y cabezas de familias.

Si queremos progresar económica y políticamente, no podemos seguir esperando que el cambio venga del cielo o los caudillos, el verdadero cambio tiene que comenzar desde adentro de nosotros, desde nuestra mentalidad individual; desde asumir la voluntad de actuar como individuos libres hasta asumir nuestras responsabilidades y el poder sobre nuestro destino y simultáneamente poner a nuestros empleados públicos, a todos los niveles, al servicio de su único y verdadero patrón, nosotros, los ciudadanos individuales.

Tenemos que dejar de pensar y actuar servilmente y reprocharle a quienes nos llaman “pueblo” y nos tratan como una manada de animales. Cada ciudadano es diferente a los demás y tan especial que ya goza de un tratamiento y respeto individual de parte de sus hijos, sus familiares, amigos, y hasta de sus vecinos sin tenerle que pagarle a ningunos de ellos.

Exijamos más respeto de nuestros presidentes y legisladores que elegimos y de todos nuestros servidores públicos para quienes somos sus patrones. Siempre rcordémosles que trabajan para nosotros y que somos quienes pagamos sus sueldos con nuestro dinero ganado trabajando duro, más que ellos y con muchos sacrificios. Recordemosles que siempre podríamos vivir mejor despidiendo a muchos de ellos y ahorrandonos ese dinero para cubrir las necesidades de nuestras familias.

¡Hagámoslo!

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