Es la primera vez, en no se cuantos años que una convocatoria a protestar desborda los tres gatos de siempre y se convierte en un acto verdaderamente de masas.
Es un buen comienzo, una experiencia prometedora y una criatura que necesita cuidados, atención, orientación y disciplina.
Es el primer triunfo de las víctimas, el primer mensaje de peso a los victimarios.
Si no nos dormimos en los laureles y entendemos que esto es apenas el principio, podemos llegar muy lejos. Que así sea.