jueves, abril 18, 2024
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#LaVerdadVerdad Incómoda tarea

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#LaVerdadVerdad Incómoda tarea

El país se enfrenta ante el dilema de qué hacer ante el descubrimiento de la inmoralidad escondida. El poder, en nuestro país, es una herramienta para el enriquecimiento individual mediante al sacrificio del enriquecimiento colectivo.

La terca pobreza que asola a la mitad de nuestra población tiene su causa en la falta de conciencia moral de muchos de nuestros líderes. La responsabilidad es compartida entre los líderes de lo público y también de lo privado. El abundante egoísmo triunfa sobre la escasa magnanimidad.

La conciencia moral es la capacidad de discriminar entre la buena y la mala acción. Las personas de influencia en nuestro país se muestran carentes de esa dimensión indispensable para una vida ética. Lo increíble es que nadie trata ni siquiera de disimular la falta de honradez. El éxito, que ahora siempre es material, descuida los medios para privilegiar el fin. El maquiavelismo más descarado está al uso.

Nuestros hombres públicos no cuidan las formas. El comportamiento que exhiben no da indicación de proceder de un marco de principios. Aquí se hace lo que conviene a los intereses estrechos, aunque sea sacrificando la buena fama ganada.

Monseñor Agripino Núñez Collado debió recordar alguno de los numerosos ejemplos de la historia que ilustran las negativas consecuencias de aceptar encomiendas impopulares.

En la Inglaterra de Enrique VIII llegó a ocupar la máxima posición de mando político un brillante cardenal de orígenes humildes -era hijo de un carnicero- llamado Thomas Wolsey. La posición a la que fue llamado era la de Canciller del Reino de Inglaterra. La encomienda más delicada que recibió fue la de conseguir una decisión papal para la anulación del matrimonio del rey con Catalina de Aragón. La encomienda entraba en contradicción con los dogmas de fe que el cardenal Wolsey debía supuestamente respetar. No lo hizo, porque prefirió obedecer al poder político y no a su conciencia. El resultado fue trágico. El propio Wolsey antes de morir dijo: “si hubiese servido con tanto empeño a Dios como al rey, no me habría entregado en mi vejez”.

La Comisión investigadora se reunió ayer, pero sin duda que la pertenencia del presidente de la misma al consejo directivo de una de las empresas del consorcio investigado condiciona negativamente su trabajo. Conviene que monseñor Agripino aprenda de la experiencia de Wolsey y decida retirarse para seguir sirviendo a Dios y no al Presidente en esta incómoda tarea.